martes, 19 de julio de 2011

Palabras Amables Arreglan Grandes Problemas

Cosas Que Se Pueden Arreglar



Palabras amables arreglan grandes problemas


"Las palabras amables pueden ser breves y fáciles de pronunciar, pero sus resonancias son en verdad infinitas".


                                Madre Teresa de Calcuta



¿Cómo usamos nuestras palabras, para edificar o molestar?


En un mundo donde existe tanta violencia y desconfianza, ser amable es poseer una gran virtud.
Estamos convencidos que muchos de los problemas que sufre nuestros hogares, centros de estudios y de trabajo, aún en las dependencias gubernamentales, entre las naciones, podrían arreglarse, si existiese un grado mayor de amabilidad en palabras y acciones.
Jesús, nuestro Señor y Salvador, fue muy amable en su trato con las personas de todas las capas sociales con las cuales trató en su ministerio público y esto atrajo a las multitudes hacia él porque: “Las palabras que yo os hablo, no las habló por mi cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras”

(Juan 14:10).
El mensaje de Dios hacia la Humanidad, de todas las generaciones, tiene un contenido especial, son palabras de amor y comprensión al problema humano. El cual Dios está interesado en arreglar.

Ahí está lo trascendental, el Creador está tomando acción para solucionar el abismo que separa a las criaturas que llevan su imagen y semejanza (espiritual) y que sufren de diferentes formas por causa de su rebeldía obstinada hacia Dios.
Jesús es puente de gracia, oportunidad y enlace entre lo divino y lo humano, por eso se hizo carne para simpatizar con los dañados por el error y la ignorancia del conocimiento de Dios y arreglar las diferencias espirituales, morales y materiales que separan.


Pablo señaló: “El dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”

(II Corintios 4: 4).
Conocer a Jesús es conocer al Dios de toda gracia, quien tiene “palabras de vida eterna”, palabras de consuelo, palabras amables y comprensivas.


Quizás te sembraron en la mente en la niñez, que Dios es un anciano sentado en un trono dictando leyes y castigando sin misericordia a todos los que fallan y hacen sosas malas.


Es cierto que Dios no se alegra con el mal proceder de los humanos, ni aprueba lo que las personas sin temor de El, “llaman bueno” siendo malo.
Dios es bueno y santo, misericordioso y perdonador, “lento para la ira y grande en misericordia” (Exodo 34:6)
Ama a todos, te ama a ti y a mí, conoce nuestra conducta y sabe cuales son las más profundas intenciones de cada persona, pero quiere arreglar lo que está involucrado en este proceso de destrucción: tu alma y mi alma.
Por ello Jesús, su Hijo, “vino a buscar y salvar lo que se había perdido”( Lucas 19: 10)


Y lo hizo mostrando un mensaje de buena voluntad, con palabras amables, llamando la atención en una sociedad hostil que juzgaba por la ley del “ojo por ojo y diente por diente”.
Jesús dijo: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (Juan 3: 16-17).
Palabras amables de parte de Dios, eso es el Evangelio de Jesucristo, palabras de vida, palabras de reconciliación, de arreglos internos y externos, de paz y armonía, de esperanza.


He ahí la fórmula secreta para alcanzar salvación y estilo de vida superior.



Rev. Dr. Rodolfo Luis
P.D. Cree en Jesús y acepta su plan único de salvación y arreglo de todas nuestras deficiencias y errores.


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1 comentario:

  1. El hombre tiene sed de una paz interior, y para saciarla necesita una seguridad que nadie puede venderle. Sólo Jesús puede ofrecer la verdadera felicidad, y es gratis. No la ofrece por medio de condiciones de vida más favorables, que sólo aportan un frágil, temporal e inseguro equilibrio. Es necesario confesar este estado de insatisfacción permanente, de oposición más o menos consciente a Dios, y volverse a Jesús. Él murió en la cruz para borrar nuestros pecados, resucitó, y ahora está vivo en el cielo. Al tomar nuestro lugar bajo el juicio de Dios, pagó el precio por nuestra felicidad presente y eterna. “Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos” (Romanos 4:7).
    En Cristo y bajo su gracia, Sergio

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