“Dios se regocija. No porque se hayan solucionado los problemas del mundo, ni porque haya terminado todo el dolor y sufrimiento humanos, ni porque se hayan convertido miles de personas y ahora lo estén alabando por su bondad. No; Dios se regocija porque uno de sus hijos, que estaba perdido, ha sido hallado.”
Henri Nouwen
“Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.”
Jesucristo (Lucas 15: 7)
La parábola del Hijo Pródigo ha sido interpretada de múltiples formas y todas ellas sin duda deben de producir alguna enseñanza a todos los que la escuchamos o leemos.
Más bien debe llamarse la parábola del Padre Amoroso, porque esto es lo que encontramos con fuerza: amor, perdón, reconciliación, reintegración y sanidad interior.
Usando la fórmula secreta de Dios para arreglar las cosas.
También es muy importante destacar que lo que Jesús quiere trasmitir no es la vulgaridad de los humanos, su egoísmo, crueldad, falta de amor a la familia, traición a los valores universales, no, Jesús desea destacar y mostrar el poder del amor de Dios.
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”
Romanos 5:8
Todos somos hijos e hijas descarriadas en nuestra manera de vivir, pensar y expresar nuestras emociones.
Nadie está exento de cometer errores y fallas, si bien somos dados a la justificación propia y a descargar sobre otros las causas de nuestras deficiencias morales y materiales, no es esa justificación la que tiene valor ante los ojos de Dios, que sí conoce nuestras motivaciones interiores.
¿Cómo ve usted a los demás?
¿Son culpables o inocentes en todo lo que hacen?
¿Cómo podemos armonizar nuestros conceptos sobre otros y qué esperamos que otros opinen de nosotros?
Estas son preguntas muy valiosas cuando nos detenemos a reflexionar sobre nuestra conducta y la de los demás que viven cerca o lejos de nosotros.
Pero lo más importante es que existe un plan especial para arreglar, dar solución y minimizar los resultados desagradables si reconocemos nuestros errores y buscamos con sinceridad arreglar esa condición afectada.
Jesús es la solución y su plan consiste en reconocer nuestras fallas, debilidades, malos pasos, deficiencias de nuestro carácter y pedir ayuda al Señor con humildad.
Humildad es un cambio de actitud, y ese cambio de actitud es indispensable para una nueva relación con nuestro Creador, de ahí depende todo arreglo y todo nuevo comienzo en nuestra vida.
¿Te atreves?
¿Necesitas volver a Casa?
Nada es más importante en la vida que el regreso a la relación con nuestro Creador y buen Dios Jesús de Nazaret.
Rev. Dr. Rodolfo Luis
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